Existen Clubes Capablanca de ajedrez en muchas partes del mundo...
y también de Cuba. Pero cuando los cubanos hablamos del Club
Capablanca, sabemos a cual nos referimos: ese emblemático
de la calle Infanta en cuyo salón han estado muchos ajedrecistas
famosos del planeta.
José Raúl Capablanca, nacido en La Habana el 19 de
noviembre de 1888, fue campeón mundial de 1921 a 1927 y falleció
en Nueva York, donde ejercía funciones diplomáticas,
el 8 de marzo de 1942. A los pocos días Mario Figueredo,
uno de los principales promotores del ajedrez en la época,
lanzó la idea de perpetuar la memoria de Capablanca con la
creación de un Club que llevara su nombre.
Puede parecer elemental, pero recordemos que en nuestra capital
existía uno de los más prestigiosos del mundo, el
Club de Ajedrez de La Habana, fundado en 1885 y que virtualmente
regía la actividad ajedrecística del país.
La idea no era un cambio de nombre, sino una entidad nueva, y ostentar
el nombre de Capablanca resulta altísima responsabilidad
para un Club de ajedrez, más aún si está enclavado
en su terruño natal.
El 7 de abril de 1942 se reunieron en el local de la Asociación
de la Prensa (Consulado número 69) un numeroso grupo de amantes
del ajedrez para dejar constituido oficialmente el Club Capablanca.
Se creó una amplia directiva que encabezaron José
A. Gelabert –primer biógrafo capablanquino- como presidente,
el pintor Esteban Valderrama –amigo personal de José
Raúl- como vicepresidente primero y Enrique Corzo Arango
como segundo vicepresidente.
Como sede del Club se decidió provisionalmente la casa de
Figueredo, entonces en Perseverancia número 217. Consigna
el historiador Carlos A. Palacio que el Club estuvo además
un tiempo en las oficinas de la ya citada Asociación de la
Prensa y de nuevo en la residencia de Figueredo, pero esta vez en
Calzada y D, hasta que por gestiones presidenciales durante el gobierno
de Ramón Grau San Martín se construyó el edificio
propio del Club.
El 26 de junio de 1947 se inauguró el local construido especialmente
para el Club Capablanca, en Infanta número 54, con la asistencia
de Grau San Martín. En el acto se develó el cuadro
de Capablanca pintado por Valderrama (única vez que el campeón
había posado para un pintor), el cual se colocó en
la pared principal y estuvo durante años presidiendo el Club.
Hoy forma parte de la colección del Museo de Bellas Artes.
También ese día se inauguró aquí la
biblioteca Juan Corzo, con más de 500 libros que habían
pertenecido al último campeón cubano de ajedrez del
Siglo XIX, los que fueron donados por su viuda, y como estreno del
salón, comenzó a disputarse un torneo internacional
entre ochos ajedrecistas, seis cubanos y dos norteamericanos. Gilberto
García resultó el vencedor con 5,5 puntos de los siete
posibles, debido a cinco victorias, una partida tablas y una derrota,
frente a Eduard Lasker. El segundo lugar fue para Donald Byrne,
con cinco puntos, por igual número de victorias y dos derrotas,
frente a Gilberto y Rosendo Romero. En tercero quedó Eduard
Lasker con cuatro puntos.
Un hecho singular es que junto con el retrato de Capablanca pintado
al pastel se colocó un cuadro titulado Los grandes del ajedrez
en Cuba, una especie de “Hall de la Fama”, en el que
se inscribieron a los fallecidos con relevante historial, mientras
que para llegar a él en vida había que ganar el campeonato
de Cuba o tener un destacado desempeño internacional. Entre
los más cercanos a nosotros en el tiempo estaban los nombres
de Francisco Planas, Miguel Alemán, María Teresa Mora,
Eldis Cobo y Eleazar Jiménez.
Rosendo Romero le había seguido a Gelabert en la presidencia,
en 1944, y a este Pedro Ignacio Pérez, al año siguiente.
En 1946 fueron electos Mario Figueredo y Carlos A. Palacio como
presidente y secretario, respectivamente, y desempeñaron
esas responsabilidades hasta 1960. El doctor Rafael de Pazos era
Presidente de Honor. Conocidas figuras formaron parte de la junta
directiva en distintas etapas, entre ellos Alberto García
por largo período como vicepresidente y director de competencias.
Desde su constitución compartió honores con el Club
de Ajedrez de La Habana, hasta que este último dejó
de existir en 1960. Pero ya con sede oficial, el Club Capablanca
se convirtió en el más frecuentado, por su excelente
ubicación. Figuras de la intelectualidad cubana y especialmente
escritores y actores de la radio y la televisión eran asiduos
visitantes. También generó la mayoría de las
actividades importantes, pues a su sitio de privilegio se unían
la efectividad de su directiva y el embrujo de su nombre.
Imposible reseñar la cantidad de eventos nacionales e internacionales
que ha acogido el emblemático Club, ni todos los maestros
de renombre que lo han visitado, pero veremos algunos de los acontecimientos
más significativos.
Un hito en la historia ajedrecística de Cuba ocurrió
el 25 de enero de 1956: El Club Capablanca es sede de un match con
su similar Log Cabin, de Nueva Jersey (EE.UU.), ganado por los capablanquinos
5 x 2, con victorias de Carlos Calero, Eldis Cobo, Rogelio Ortega,
Miguel Alemán y Rosendo Romero en los tableros del tercero
al séptimo, pero en el segundo ganó un niño
visitante de 12 años, que luego sería el ajedrecista
más famoso del mundo, Robert Fischer.
Era la primera de sus tres competencias en Cuba para Fischer y
su triunfo fue sobre José R. Florido. En el primer tablero
Norman Whitaker se impuso a Juan González. Al día
siguiente (26 de enero) Fischer ofreció en el Club Capablanca
por primera vez una sesión de partidas simultáneas
fuera de los Estados Unidos. Enfrentó a 12 oponentes, con
resultado de 10 éxitos y dos empates.
Pero la figura de renombre que primero visitó el Club Capablanca
fue el argentino Miguel Najdorf, entonces recordista mundial de
simultáneas a la ciega, en diciembre de 1948.
Paul Keres, el connotado Gran Maestro estoniano, viajó
a nuestro país en febrero de 1960, como parte de una delegación
soviética de alto nivel, y durante una semana realizó
varias actividades en la capital. Keres ofreció una conferencia
en el Club Capablanca.
En las décadas posteriores se celebraban allí torneos
constantemente y fue visitado por los afamados participantes en
los primeros torneos en memoria de José Raúl Capablanca,
así como por muchos de los que intervinieron en la XVII Olimpíada
Mundial, que tuvo por escenario al cercano hotel Habana Libre, en
1966.
Al cumplirse el centenario de Capablanca, y el mismo día
del acontecimiento, en la tarde del 19 de noviembre, se colocó
una placa alusiva en su fachada y se efectuó una cancelación
especial filatélica.
Hoy sigue siendo el local más buscado tanto por provincianos
como extranjeros amantes del ajedrez, cuando andan de paso por La
Habana.